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«Cuentan los cronistas y los analistas, que el tercero de los califas Abasidas, el Emir de los Creyentes El-Mahdi, había dejado el trono, al morir, á su hijo mayor Al-Hadi, á quien no quería, y por el cual incluso experimentaba gran aversión. Sin embargo, había especificado bien que, á la muerte de Al-Hadi, el sucesor inmediato debía ser el menor, Harún Al-Rachid, su hijo preferido, y no el hijo mayor de Al-Hadi.
Pero cuando Al-Hadi fué proclamado Emir de los Creyentes, vigiló con envidia y suspicacia crecientes á su hermano Harún Al-Rachid, é hizo cuanto pudo por privar á Harún del derecho de sucesión. Pero la madre de Harún, la sagaz y abnegada Khaizarán, no cesó de descubrir todas las intrigas dirigidas contra su hijo. Así es que Al-Hadi acabó por detestarla tanto como á su hermano; y los confundió á ambos en la misma reprobación. Y sólo esperaba una ocasión de hacerlos desaparecer.
Entretanto, estaba un día Al-Hadi en sus jardines, sentado bajo una rica cúpula sostenida por ocho columnas, que tenía cuatro entradas, cada una de las cuales miraba á un punto del cielo. Y á sus pies estaba sentada su hermosa esclava favorita