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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

Y Salamah, lanzando ligeros gritos de susto, empezó á retroceder por su parte, recogiéndose las ropas y evitando el contacto de Yezid. Y se alejaba corriendo á derecha y á izquierda, y volvía á su sitio, sofocada, provocando con ello más numerosas intentonas por parte de Yezid y más numerosas coqueterías. Y aquel juego duró bastante tiempo. Pero como, á pesar de todo, habia que conquistar las perlas en las condiciones aceptadas, Salamah hizo una seña á su esclava, quien se arrojó sobre Yezid de improviso, le cogió por los hombros y le retuvo en su sitio. Y tras de probar con aquel manejo que estaba victoriosa y no vencida, Salamah fué por sí misma, un poco confusa y con sudor en la frente, á tomar con sus lindos labios las perlas magníficas aprisionadas entre los labios de Yezid, que las trocó así por un beso. Y en cuanto las tuvo en su poder, recobrando en seguida su aplomo, Salamah dijo á Yezid, riendo: «¡Por Alah! hete aquí vencido de todas maneras, con el sable sepultado en los riñones.» Y Yezid contestó, cortés: «Por tu vida, ¡oh Azul! no me preocupa mi vencimiento. ¡El perfume delicioso que recogi en tus labios me quedará en el corazón, mientras viva, como un aroma eterno!»

¡Alah tenga en su compasión á Yezid ben Auf! Murió mártir del amor.»


Luego dijo el joven rico: «Escuchad ahora un rasgo de tofailismo. Y ya sabéis que nuestros pa-