aquellos orgullosos sátrapas que durante tanto tiempo habían hecho temblar con una mirada á las tribus más indomitas de Arabia, exclamó en seguida: ¡Loores à Alah, que ha traído al Islam bendito para humillaros á ti y á tus semejantes!» Y mandó despojar de sus trajes dorados al persa, é hizo que le cubriesen con una grosera tela del desierto; luego le dijo: «Ahora que estás vestido con arreglo á tus méritos, reconocerás la mano del Señor á quien sólo pertenecen todas las grandezas?» Y Harmozán contestó: «Claro que la reconozco sin esfuerzo. Porque mientras la divinidad ha sido neutral, os hemos vencido, como atestiguo con todos nuestros triunfos pasados y toda nuestra gloria. Preciso es, pues, que el Señor de que hablas haya combatido en favor vuestro, ya que acabáis de vencernos á vuestra vez.» Y al oir estas palabras en que la aquiescencia se confundia con la ironia, Omar frunció las cejas de tal manera, que el persa temió que su diálogo terminase con una sentencia de muerte. Así es que, fingiendo una sed violenta, pidió agua, y cogiendo el vaso de barro que le presentaban, fijó sus miradas en el califa, y pareció vacilar en llevárselo á los labios. Y Omar le preguntó: «¿Qué temes?» Y el jefe persa contestó: «Temo...
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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE
En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.