harén, diciéndole: «¡Sube á atar este carnero á la puerta del harén, porque no le gusta estar mas que entre mujeres!
Y he aquí que, cuando llegó la noche de la penetración, y el hijo del rey entró en la cámara nupcial y se durmió al lado de Dalal, después de haber hecho lo que tenía que hacer, el carnero blanco rompió su cuerda y entró en la habitación. Y se llevó á Dalal, y salió con ella al patio. Y le dijo, sin enfadarse: «Dime, Dalal, ¿me has dejado aún algo de honor?» Ella le dijo: «¡Bajo tu protección! ¡No me comas!» Él le dijo: «¡De esta vez no pasa!» Entonces le dijo ella: «Antes de comerme, espera á que entre en el retrete del patio para hacer una necesidad.» Y el ghul dijo: «Está bien.» Y la condujo al retrete, y se quedó allí guardando la puerta en espera de que acabase.
No bien Dalal estuvo dentro del retrete, elevó ambas manos y dijo: «¡Oh Nuestra Señora Zeinab, hija de nuestro Profeta bendito! ¡Oh tú, que salvas de la desdicha, ven en mi socorro!» Y al punto le envió la santa una de sus secuaces entre las hijas de los genn, que hendió el muro, y dijo á Dalal: «¿Qué deseas, Dalal?» Y Dalal contestó: «Ahi fuera está el ghul, que va á comerme en cuanto salga.» La aparecida dijo: «Si te libro de él, ¿me dejarás besarte una vez?» Dalal dijo: «Si.» Entonces la gennia de Sett Zeinab hendió el tabique del patio, y cayó bruscamente sobre el ghul y le aplicó un puntapié en los testículos. Y cayó él, muerto de repente.