Y en aquella hora y en aquel instante le presentó una tina grande para baño, y ropas de hammam. Luego fué á buscar á un ghul amigo suyo, á quien convirtió en pollino blanco, transformándose él mismo en arriero. Y puso á Dalal en el pollino, y salió con ella en dirección al hammam del primer pueblo, llevando á la cabeza la tina de baño.
Y al llegar al hammam dijo á la celadora: «Aquí tienes para ti de regalo tres dinares de oro, á fin de que hagas tomar un buen baño á esta señora, que es hija de rey. Y me la devolverás como te la he confiado. Y entregó á Dalal á la portera, y se quedó fuera, ante la puerta del hammam.
Y Dalal entró en la primera sala del hammam, que era la sala de espera, y se sentó en el banco de mármol, muy sola y muy triste, junto á su tina de oro y su envoltorio de vestiduras preciosas, mientras entraban en el baño todas las jóvenes, y se bañaban y se hacían dar masaje, y salían alegres, jugueteando entre ellas. Y Dalal, lejos de estar contenta como las demás, lloraba en silencio en su rincón. Y las jóvenes fueron por fin hacia ella, y díjole cada cual: «¿Qué te ocurre, hermana mia, y por qué lloras? Levántate ya, desnudate y toma un baño con nosotras.» Pero ella les contestó, después de darles gracias: «¿Acaso el baño puede lavar las preocupaciones? ¿Acaso puede curar las penas sin remedio?» Y añadió: «Siempre es tiempo de bajar al baño.»
Entretanto, una vieja vendedora de altramuces y alfonsigos tostados entró en el hammam, llevando