Y al cabo de ocho días de aquella vida, el joven ghul salió y se transformó, tomando la apariencia y la cara de la madre de su esposa; y se puso vestidos de mujer; y fué á llamar á la puerta. Y Dalal miró por la ventana y preguntó: «¿Quién llama á la puerta?» Y el ghul contestó con la voz de la madre, y dijo: «¡Soy yo! Abre, hija mía.» Y ella bajó de prisa y abrió la puerta. Y en ocho días se había puesto delgada, pálida y desmejorada. Y el ghul, bajo la forma de la madre, le dijo, después de los abrazos: «¡Oh hija mia querida! He venido á tu casa, á pesar de la prohibición, porque nos hemos enterado de que tu marido es un ghul que te hace comer carne de hijos de Adán. ¡Ah! ¿Cómo te va, hija mía? Ahora tengo mucho miedo de que también te coma á ti. ¡Ven, y huye conmigo!» Pero Dalal, que no quería hablar mal de su marido, contestó: «¡Calla, joh madre mia! ¡Aquí no hay ni ghul ni olor de ghul! ¡No digas esas cosas para perdición nuestra! Mi esposo es un hijo de rey, tan hermoso como la estrella Canope cuando brilla sobre el mar. Y me da de comer todos los días un carnero cebado.»
Entonces la dejó el joven ghul con el corazón regocijado porque no había descubierto ella su secreto. Y recuperó su hermosa forma primitiva, y fué á llevarle un cordero, y á decirle: «¡Toma, manda guisarlo, Dalal!» Ella le dijo: «Ha venido aquí mi madre. Yo no tengo la culpa. Y me ha dicho que te salude en su nombre.» Él contestó: «¡Verdaderamente, siento no haber venido un poco antes para