la certeza de lo que te dije respecto á la toma de este pais por reyes extranjeros.» Y dijo el rey: «¡Es verdad! Pero ¿qué vamos á hacer?» El visir dijo: «¡Vamos á dormir, y ya veremos mañana!»
Y al día siguiente, el visir dijo al rey: «Ven, vamos á pasearnos, como todo el mundo, por las cercanías del palacio. Y te dejaré abajo, y subiré yo solo astutamente para ver con mis ojos y oir con mis oídos de qué país es el rey.»
Y cuando llegaron á la portería del palacio, el visir burló la vigilancia de los guardias y consiguió subir á la sala del trono. Y cuando vió á Yasmina, la dama de los árabes, la saludó, creyendo que saludaba á un rey joven. Y ella le devolvió la zalema, y le dijo: «Siéntate.» Y cuando estuvo él sentado, Yasmina, la dama de los árabes, que le había reconocido desde luego y no ignoraba la presencia de su esposo el rey en la ciudad, destapó el frasco, y se sirvieron los refrescos; y salieron del frasco diez hermosas esclavas blancas y se pusieron á bailar con castañuelas. Y después de la danza, cada una de ellas echó diez bolsas llenas de oro en las rodillas de Yasmina. Y ella las cogió y se las dió todas al visir, diciéndole: «Tómalas de regalo, pues veo que eres pobre.» Y el visir le besó la mano, y le dijo: «¡Alah te otorgue la victoria sobre tus enemigos, ¡oh rey del tiempo! y prolongue para nuestro bien tus días!» Luego se despidió, y bajó en busca del rey, que estaba sentado con el portero.
Y el rey le dijo: «¿Qué has hecho arriba, ¡oh