cogió después de dar las gracias, y se marchó para llevárselo al rey.
Y el rey, tomando el sello y leyendo lo que en él había escrito, preguntó al visir: «¿Quién ha hecho este sello?» El visir contestó: «Una joven llamada Yasmina, dama de los árabes.» Y el rey se irguió sobre ambos pies y dijo al visir: «Ven, llévame con su padre, á fin de que me case con la hija.»
Entonces el visir cogió al rey de la mano y partió con él. Y fueron á buscar al jeque de los árabes, y le dijeron: «¡Oh jeque de los árabes! Venimos buscando alianza contigo.» El jeque les contestó: «¡Familia y holgura! Pero ¿por medio de quién?» El visir contestó: «Por medio de tu hija Yasmina, la dama de los árabes, con quien quiere casarse nuestro amo el rey, que está delante de tus ojos.» El jeque dijo: «Está bien. Somos vuestros servidores. Pero se pondrá á mi hija en un platillo de la balanza, y oro en el otro. Y peso por peso. Porque Yasmina es cara al corazón de su padre.» Y el visir contestó: «No hay inconveniente.» Y fueron en busca de oro, y lo pusieron en un platillo de la balanza, mientras el jeque de los árabes ponía á su hija en el otro platillo. Y cuando se equilibraron la joven y el oro, se extendió, acto seguido, el contrato de matrimonio. Y el rey dió una gran fiesta en el pueblo de los árabes. Y aquella misma noche entró en el aposento de la joven, que aún estaba en casa de su padre, y le quitó la virginidad. Y por la mañana, partió con ella y la dejó en su palacio.