digo! Ve á llevar sin tardanza este niño al rey. Y ya verás si sabe hablar ó si no sabe. ¡Pero has de pedir para él tres almohadones, y le pondrás en medio del diván, y le sostendrás con esos almohadones, colocándole uno al lado derecho, otro al lado izquierdo y otro á la espalda! ¡Y ruega por el Profeta'» Y él contestó: «¡Con Él la plegaria y la paz!» Luego, con el recién nacido en brazos, se marchó en busca del rey y del visir.
Cuando el visir vió llegar al pescador con aquel niño pequeño de mantillas, se echó á reir, y le dijo: «¿Es éste el niño?» Y el pescador contestó: «Sí.» Y el visir se encaró con el niño, y le dijo con la voz que se saca para hablar á los pequeñuelos: «¡Hijo mío!» Pero el niño, en vez de hablar, contrajo la nariz y la boca, y empezó á hacer: «Hua! ¡hua!» Y el visir fué muy contento á ver al rey, y le dijo: «He hablado al niño; pero no ha contestado, y se ha limitado á llorar y á hacer «¡Hua! ¡hua!» Lo cual es el fin de la vida del pescador. Pero la prueba sólo debe hacerse ante la asamblea de visires, emires y notables, pues les leeré las cláusulas del contrato que hemos hecho con el pescador, y después le mataremos. ¡Y entonces podrás disfrutar de la hermosa, sin que la gente tenga derecho á hablar de ti!» Y dijo el rey: «Perfectamente, ¡oh visir!» Y entraron ambos en la sala; y se congregaron emires y funcionarios. Y se hizo entrar al pescador; y el visir leyó delante de él y delante de todos los presentes el contrato sellado, y dijo: «Ahora, ¡oh