lema y te ruega que le des el niño de un día, porque tenemos necesidad de él para una cosa. ¡Pero date prisa, pues, si no, mi cabeza va á volar de mis hombros!» Entonces la que habitaba en el pozo—¡sólo Alah la conoce!—contestó: «¡Aquí está, tómale!» Y el pescador cogió al niño de un día que le ofrecían, mientras la que habitaba en el pozo le decía: «¡Pronuncia sobre él la fórmula contra el mal de ojo!» Y el pescador, cogiéndole, pronunció el bismilah, diciendo: «¡Bismilah errahmán errahim!» Y se marchó con él en brazos.
Y por el camino se dijo: «Pero ¿es que hay niños, aunque sean de treinta días, y no de un día como éste, que sepan hablar y contar historias, incluso siendo hijos de los más asombrosos efrits?» Luego, para cerciorarse acerca del particular, se dirigió al niño de mantillas que llevaba en sus brazos, y le dijo: «¡Vamos, hijo mío, háblame un poco para que yo vea y me cerciore de si es hoy el día de mi muerte!» Pero el niño, al oir el vozarrón del pescador, tuvo miedo y contrajo la cara y el vientre, é hizo como todos los niños pequeños, ó sea que se echó á llorar, haciendo muecas horribles y meándose hasta más no poder. Y el pescador llegó todo mojado y enfadado á casa de su mujer, y le dijo: «Ya traigo el niño. ¡Alah me proteja! ¡A llorar y á mear se reduce lo que sabe hacer el hijo de perro! ¡Mira en qué estado me ha puesto!» Pero ella le dijo: «¡No te metas en lo que no te importa! ¡Ruega por el Profeta, ¡oh hombre! y haz lo que te