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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

Haz la pregunta, ¡oh mujer!» Y ella dijo: «Primero soy un hueso; luego me convierto en nervio; luego soy carne. ¿Quién soy?» Y el kadi bajó la cabeza para meditar. Pero por más que reflexionó acariciándose la barba, no dió con ello. Y acabó por encararse con mi esposa, y le dijo: «¡Ualahi! Hoy no puedo encontrar la solución de ese problema, porque estoy fatigado de mi larga sesión de justicia. Pero te ruego que vengas aquí mañana por la mañana, y ya te contestaré, habiendo tenido tiempo para consultar mis libros de jurisprudencia.»

A continuación levantó la sesión de justicia, y se retiró á su casa. Y tan preocupado le tenía el problema consabido, que ni siquiera pensó en probar la comida que acababa de servirle su hija, una joven de catorce años y medio. Y dominado por su obsesión, se repetía á media voz: «Primero soy un hueso; luego me convierto en nervio; luego soy carne. ¿Quién soy? Vaya, ¡ualahi! ¿quién soy? Sí, ¿quién es? ¿Qué será?» Y revolvió todos sus libros de jurisprudencia, y obras de medicina, y gramáticas, y tratados científicos, y en ninguna parte pudo encontrar la solución de aquel problema, ni la menor cosa que de cerca ó de lejos lograra resolverlo ó encaminara á su explicación. Así es que acabó por exclamar: «¡No, por Alah, renuncio á ello! Jamás me ilustrará sobre el particular ninguna obra.»

Y su hija, que le observaba y notaba su preocupación, le oyó pronunciar estas últimas palabras,