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HISTORIA DE BAIBARS...

parado. Y aquel kadi de ingenio espeso se dejó coger en la tela de araña, y se aprovechó de aquella ocasión para abrumarme con lo que él creía su triunfo. Y me dijo: «Bueno, ¿á qué han quedado ahora reducidas tus acusaciones amenazadoras y tus imputaciones ofensivas, insolente é hijo de embustero, y embustero tú también de generación en generación? ¡Pero no tengas cuidado, que pronto verás lo que cuesta faltar al respeto al kadi de la ciudad!» Y mientras tanto, apoyado en una enorme zafra de aceite sin tapa, tenía yo la cabeza baja y el aire contrito. Pero de repente levanté la cabeza y exclamé: «¡Por Alah! No estoy seguro, pero me parece que de esta zafra sale cierto olor de sangre.» Y miré en la zafra y meti el brazo, y lo saqué diciendo: «¡Alah akbar! ¡bismilah!» Y cogi el paquete de ropa manchada de sangre arrojado en la zafra, antes de desaparecer, por mi joven maestra. Y alli estaba su velo, su pañuelo de la cabeza, su pañuelo del seno, su calzón, su camisa, sus babuchas y otras ropas que no recuerdo, todo ensangrentado.

Al ver aquello, el kadi, como había previsto la joven, se quedó confuso y lleno de estupor; y se puso muy amarillo de color; y le temblaron las coyunturas; y se desplomó en el suelo, desmayado, dando con la cabeza antes que con los pies. Y en cuanto recobró el sentido, no dejé de hacer ver que se habían vuelto las tornas, y le dije: «Pues bien, ya sidi El-Kadí, ¿quién de entre nosotros es el embustero y quién el veridico? ¡Loores á Alah! Creo que estoy