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HISTORIA DE BAIBARS...

cido de su harén sin despedirse; y con ella había desaparecido el cinturón suyo, del kadi, que contenía seis mil dinares, todo su haber. Y añadió: «¡Tú conoces á esa mujer, y por consiguiente, á ti te reclamo mi dinero!»

Pero yo ¡oh mi señor! quedé tan estupefacto por aquella noticia, que me fué imposible articular palabra. Y me mordí la extremidad de la palma de la mano, diciéndome: «¡Oh proxeneta! Hete aquí en la pez y en la brea. ¿En dónde estás, y en dónde está ella?» Luego, al cabo de un momento, pude hablar, y contesté al kadi: «¡Oh nuestro amo el kadí! Si la cosa ha pasado así, es porque tenía que ocurrir, pues lo que tiene que ocurrir no puede evitarse. Concédeme solamente tres días de plazo para ver si puedo enterarme de algo concerniente á esa persona prodigiosa. Y si no lo consigo, pondrás entonces en ejecución tu amenaza relativa á la pérdida de mi cabeza.» Y el kadi me miró atentamente, y me dijo: «¡Te concedo los tres días que pides!» Y sali de allí muy pensativo, diciéndome: «¡Ya no hay remedio! ¡Ah! En verdad que eres un idiota; más aún, un zopenco y un imbécil. ¿Cómo vas á arreglarte para reconocer, en medio de toda la ciudad del Cairo, á una mujer velada? ¿Y qué vas á hacer para inspeccionar los harenes sin penetrar en ellos? Mira, más te valdrá que te vayas á dormir esos tres días de plazo, y que á la mañana del tercero te presentes en casa del kadi para rendirle cuentas de tu responsabilidad.» Y habiéndolo deci-