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HISTORIA DEL PASTEL HILADO...

moseo, y todo el mundo, maravillado de mi buena cara, dice á mi paso: «¡Alah la preserve del mal de ojo y la libre de los envidiosos y de los embaucadores!» ¡Ah! Maruf, el hijo de mi tio, es una pasta de delicias, constituye mi alegría y yo constituyo la suya. ¡Alah nos deje el uno para el otro!»

Y al oir aquello, el rey se encaró con el visir, á quien se le alargaba la nariz, y le dijo: «¡Ya lo ves! ¿Qué te había dicho yo? ¡Mi yerno Maruf es un hombre admirable, y tú, por tus sospechas, mereces que te empale!» Pero el visir, volviéndose hacia la cortina, preguntó: «¿Y la caravana, ¡oh mi señora!? ¿y la caravana que no llega?» Ella contestó: «¿Y á mí qué me importa eso? Llegue ó no llegue, ¿aumentará ó disminuirá mi dicha?» Y el visir dijo: «¿Y quién te alimentará ahora que los armarios del tesoro están vacíos? ¿Y quién atenderá á los gastos del emir Maruf?» Ella contestó: «Alah es generoso y no abandona á sus adoradores.» Y el rey dijo al visir: «Tiene razón mi hija. Cállate.» Luego dijo á la princesa: «No obstante, ¡oh amada de tu padre! procura saber, por el hijo de tu tío, el emir Maruf, la fecha aproximada en que cree llegará su caravana. Quisiera saberlo sencillamente para reglamentar nuestros gastos y ver si ha lugar á crear nuevos impuestos que llenen el vacío de nuestros armarios.» Y la princesa contestó: «¡Escucho y obedezco! Los hijos deben obediencia y respeto á sus padres. Esta misma noche interrogaré al emir Maruf, y te contaré lo que me diga.»