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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE
PERO CUANDO LLEGÓ
LA 963.ª NOCHE

Ella dijo:

«...¡Vaya! Es preciso que tome por esposo de mi hija á este hombre prodigioso.»

Y se encaró con Maruf, y le dijo: «¡Oh honorabilisimo y distinguidísimo emir! ¿Quieres aceptar de mí, como presente, con motivo de tu llegada á nuestro país, á mi hija única, servidora tuya? ¡Y la uniré á ti con los lazos del matrimonio, y á mi muerte reinarás en el reino!» Y Maruf, que se mantenía en actitud modesta y reservada, contestó con acento lleno de discreción: «La proposición del rey honra al esclavo que se halla entre sus manos. ¿Pero no crees ¡oh soberano mío! que será mejor esperar, para la celebración del matrimonio, á que llegue mi caravana? Porque la dote de una princesa como tu hija exige de parte mía grandes gastos que no me hallo en estado de hacer en este momento. Pues tendré que pagarte á ti, su padre, como dote de la princesa, lo menos doscientas mil bolsas de mil dinares cada una. Además, habré de distribuir mil bolsas de mil dinares á los pobres y á los mendigos en la noche de bodas, otras mil bolsas á los portadores de regalos y mil bolsas más para los preparativos del festín. También tendré que regalar un