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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

Maruf, de un instante á otro, un gran crédito y una reputación maravillosa de riqueza y de generosidad.

Y la fama de su liberalidad y de sus modales admirables llegó á oídos del rey de la ciudad, el cual mandó al punto llamar á su visir, y le dijo: «¡Oh visir! Va á llegar aqui una caravana cargada de inmensas riquezas y que pertenece à un maravilloso mercader extranjero. Pero no quiero que esos briboncs de mercaderes del zoco, que ya son demasiado ricos, se aprovechen de la tal caravana. Mejor será, por tanto, que me beneficie de ella yo, con mi esposa tu señora y mi hija la princesa.» Y el visir, que era hombre lleno de prudencia y de sagacidad, contestó al rey: «No hay inconveniente. Pero ¿no te parece joh rey del tiempo! que seria preferible esperar la llegada de esa caravana antes de tomar las medidas oportunas?» Y el rey se enfadó, y dijo: «¿Estás loco? ¿Y desde cuando se busca carne en casa del carnicero cuando la han devorado los perros? Date prisa á hacer venir cuanto antes á mi presencia al rico mercader extranjero, con objeto de que me entienda yo con él respecto al particular.» Y el visir vióse obligado, á despecho de su nariz, á ejecutar la orden del rey.

Y cuando Maruf llegó á presencia del rey, se inclinó profundamente, y besó la tierra entre sus manos, y le hizo un cumplimiento delicado. Y el rey se asombró de su lenguaje escogido y de sus maneras distinguidas, y le dirigió varias preguntas acerca