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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

de la China. ¡Ah! Ya veréis qué clase de hombre es, cuando os sea dado conocerle más intimamente.»

Y en vista de estas seguridades, formuladas con el tono de la más exacta verdad y con el acento más convencido, los mercaderes formaron el mejor concepto acerca de Maruf. Y rivalizaron por hacerle zalemas y cumplidos y darle bienvenidas. Y tuvieron á mucha honra el invitarle á cenar todos, unos tras otros, mientras él sonreia con gesto complaciente y se excusaba por no poder aceptar, pues que ya era huésped de su amigo el mercader Alí. Y el síndico de los mercaderes fué á visitarle, lo cual era contrario en absoluto á la costumbre, que exige sea el recién llegado quien haga la primera visita; y se apresuró á ponerle al corriente de la cotización de las mercancías y de las diversas producciones del país. Y luego, para demostrarle que estaba bien dispuesto á servirle y á hacer circular las mercancías que hubiera traido consigo de los países lejanos, le dijo: «Oh mi señor! Sin duda habrás traído muchos fardos de paño amarillo. Porque aquí hay una predilección particular por el paño amarillo.» Y Maruf contestó sin vacilar: «¿Paño amarillo? ¡Mucho, desde luego!» Y el síndico preguntó: «¿Y tienes mucho paño rojo sangre de gacela?» Y Maruf contestó con seguridad: «¡Ah! En cuanto al paño rojo sangre de gacela, quedaréis satisfechos. Porque lo hay de la especie más fina en mis fardos.» Y á todas las preguntas análogas, Maruf contestaba siempre: «¡Traigo grandes