tafá, Mohammad y Ali.» El hombre rico preguntó: ¿Qué hacen?» El zapatero contestó: «Mustafá, el mayor, es maestro de escuela en una madrassah. Está reconocido como un sabio, que se sabe de memoria todo el Libro Santo y puede recitarlo de siete maneras diferentes. El segundo, Mohammad, es droguero y mercader de perfumes, como su padre, que le ha abierto una tienda cerca de la suya para celebrar el nacimiento de un hijo que ha tenido. En cuanto á Ali, el pequeño (¡Alah le colme con sus más escogidos dones!), era mi camarada de la niñez, y nos pasábamos los días jugando juntos y haciendo mil trastadas á los transeuntes. Pero un día mi amigo Ali hizo lo que hizo con un mancebo copto, hijo de nazarenos, que fué á quejarse á sus padres por haber sido humillado y violentado de la peor manera. Y mi amigo Ali, para evitar la venganza de aquellos nazarenos, emprendió la fuga y desapareció. Y no volvió á verle nadie más, aunque ya hace de esto veinte años. ¡Alah le preserve y aleje de él los maleficios y las calamidades!»
A estas palabras, el hombre rico echó de pronto los brazos al cuello de Maruf y le estrechó contra su pecho, llorando, y le dijo: «¡Loado sea Alah, que reune á los amigos! Yo soy Ali, tu camarada de la niñez, Joh Maruf! el hijo del jeque Ahmad el droguero de la calle Roja...»