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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

más: «Este pastel está destinado á la hija de tu tío;pero tú ¡oh Maruf! no vas á quedarte sin cenar nada. Mira, toma este pan y este queso, beneficio de Alah, y no me des las gracias por ello, pues no soy mas que su intermediario.» Y entregó á Maruf, al mismo tiempo que el sublime pastel, un panecillo reciente, hueco y oloroso, y una rueda de queso blanco envuelto en hojas de higuera. Y Maruf, que en toda su vida habia poseído tanto de una vez, no sabía ya qué hacer para dar gracias al caritativo pastelero, y acabó por marcharse, alzando los ojos al cielo para ponerle por testigo de su gratitud á su bienhechor.

Y llegó á su casa cargado con la kenafa, con el hermoso panecillo y con la rueda de queso blanco. Y en cuanto entró, gritóle su mujer con voz agria y amenazadora: «¿Qué, has traido la kenafa?» Él contestó: «Alah es generoso. Hela aquí.» Y puso ante ella el plato que le había prestado el pastelero, donde se mostraba, con toda su hermosura de pastel fino, la kenafa tostada é hilada.

Pero no bien posó los ojos en el plato, la calamitosa lanzó un grito estridente de indignación, golpeándose las mejillas, y dijo: «¡Alah maldiga al Lapidado! ¿No te dije que me trajeras una kenafa preparada con miel de abejas? ¡Y he aquí que, para mofarte de mí, me traes una cosa hecha con miel de caña de azúcar! ¿Acaso creías que ibas á engañarme y que no descubriría yo la superchería? ¡Ah, miserable! Por lo visto, quieres matarme de deseos