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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

afeite, superaban en todos sentidos á las mejillas empolvadas de las vírgenes; cuyas tentadoras sonrisas eran dardos; cuyo porte era noble y delicado á la vez; cuya comisura izquierda de los labios estaba adornada de una manchita redondeada con arte, y cuyo pecho, blanco y liso, era como una tableta de cristal y albergaba un corazón despierto y arrojado.

Y al verle, Cara de Lirio cayó en una especie de desvanecimiento y casi perdió la razón. Pues por algo ha dicho el poeta:


¡Si el arco de las cejas dispara en una asamblea las flechas de sus miradas, sólo hieren éstas con su punta al corazón digno de amor!

Y cuando Cara de Lirio recobró el sentido, se frotó los ojos, miró á todos lados, y ya no vió al joven. Y se dijo: «He aquí que el ladrón de mi rosa también á mi acaba de robarme el alma y el corazón. No solamente ha roto con la piedra de la seducción la redoma preciosa de mi honor, sino que ha herido mi corazón solapadamente con la flecha del amor. ¡Ay! Lejos de mi pais y de mi madre, ¿adónde iré ahora y á quién me quejaré para pedir justicia por todos sus desaguisados?»

Y con el corazón abrasado de pasión, fué en busca de sus mujeres. Y poniéndose en medio de ellas, tomó un cálamo y un papel, y escribió á Nurgihán una carta, que dió, con el anillo, á su donce-