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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

Pero he aquí lo que atañe á la princesa Cara de Lirio, la joven de China, dueña de la rosa marina.

Cuando el perfumador del cielo puso en la ventana de Oriente la bandeja de oro del sol llena del alcanfor de la aurora, la princesa Cara de Lirio abrió sus ojos encantadores y salió de su lecho. Y arregló su peinado, anudó su cabellera, y se dirigió muy lentamente, balanceándose con gracia, al pilón en que se hallaba la rosa marina. Porque cada mañana su primer pensamiento y su primera visita eran para su rosa. Y cruzó el jardín, cuya atmósfera estaba tan perfumada como el almacén de un mercader de sahumerios, y cuyos frutos eran en los árboles otras tantas redomas de azúcar suspendidas al aire. Y la mañana de aquel día era más hermosa que todas las mañanas, y el cielo alquimista tenía color de vidrio y de turquesa. Y á cada paso de la joven del cuerpo de rosa parecían nacer flores, y el polvo que alzaba la cola de su traje era un colirio para los ojos del ruiseñor...

En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.