nes aéreos de la rosa. Y consiste en arrojarles uno de esos asombrosos pasteles de manteca derretida con azúcar y harina de flor.»
Y el príncipe Nurgihán, que empezó por inquietarse al ver que se desmayaba el genni de la selva, se tranquilizó y holgó; y reverdeció como el jardín y floreció como el botón de rosa. Y contestó: «No hay inconveniente.»
Entonces el genni de la selva acomodó al príncipe en su brazo izquierdo y se puso en camino, con dirección al país de la China, resguardando de los rayos del sol al hijo de Adán con su brazo derecho. Y devorando en su vuelo la distancia, de aquel modo llegó sin contratiempo, gracias á la seguridad, encima de la capital del país de China. Y soltó dulcemente al príncipe á la entrada de un jardín maravilloso, que no era otro que el jardín donde vivía la rosa marina. Y le dijo: «Puedes entrar con el corazón tranquilo, porque voy á distraer á los guardianes de la rosa con el pastel que me has dado para ellos. Luego me encontrarás esperándote aquí mismo, dispuesto á conducirte adonde quieras.»
Y acto seguido el hermoso Nurgihán dejó á su amigo el genni y penetró en el jardín. Y vió que aquel jardín, fragmento destacado del alto paraiso, surgía ante sus ojos tan hermoso como un crepúsculo granate...