nará.» Y así lo hizo el muchacho. Y se le quedó el brazo como estaba antes.
Hecho lo cual, la joven frotó otra hoja, leyendo el libro mágico. Y al instante salieron de la tierra dos camellos de carrera, y se arrodillaron para recibirlos. Y dijo ella al muchacho: «Volvamos cada cual á casa de nuestros padres. ¡Después irás tú al palacio de mi padre, que está en tal paraje y en tal país, á pedirme en matrimonio!» Y le besó amablemente. Y tras de su recíproca promesa, cada cual se marchó por su lado.
Y Mahomed llegó á casa de sus padres al galope formidable de su camello. Pero no les dijo nada de lo que le había sucedido. Solamente entregó el camello al eunuco mayor, diciéndole: «Ve á venderlo en el mercado de las acémilas; pero ten cuidado de no vender la cuerda que lleva al hocico.» Y el eunuco cogió al camello por la cuerda, y fué al mercado de las acémilas.
Entonces se presentó un vendedor de haschich que quiso comprar el camello. Y tras de largos debates y regateos, se lo compró al eunuco por un precio muy módico, pues generalmente los eunucos no conocen el oficio de la venta y de la compra. Y para rematar el negocio, lo vendió con la cuerda.
Y el vendedor de haschich llevó al camello ante su tienda, y lo dejó admirar por sus clientes acostumbrados, los comedores de haschich. Y fué en busca de un cubo de agua para dar de beber al camello, poniéndoselo delante, en tanto que los