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HISTORIA DE BAIBARS...

una bolsa llena, de todo punto hermana de la querida de su padre á quien hube de conceder el derecho de asilo junto á mi corazón. Y la envié á recalentarse en el mismo sitio, para que hiciera compañía á su hermana mayor y protegiera su pudor contra los deseos indiscretos. Y lo mismo que la vispera, levanté la cabeza y la bajé, y volví el cuello y lo revolvi, y giré sobre mí mismo y me inmovilicé, y miré á mi derecha y á mi izquierda, pero sin conseguir hallar ni rastro del expedidor de aquella encantadora bien venida. Y me pregunté: «¿Duermes ó no duermes?» Y contesté: «No duermo. No, por Alah! no está conmigo el sueño.» Y como si nada hubiese pasado, me recogí la orla del traje y sali del palacio con aire indiferente, escupiendo en el suelo á cada paso.

Pero á la tercera vez tomé mis precauciones. En efecto, no bien llegué al muro consabido, contra el cual de ordinario me pavoneaba admirándome, me tendí en tierra, y simulando dormir, me puse á roncar con tanto ruido como el de una manada de camellos escapados. Y de repente, ¡oh mi señor sultán! senti en mi ombligo una mano que buscaba no sé qué. Y como no tenía nada que perder con aquella intervención, dejé que la mano consabida hurgara en la mercancía de arriba á abajo; y cuando me pareció que se aventuraba por el camino más angosto del distrito, la cogi bruscamente, diciendo: «¿Por dónde te metes, ¡oh hermana mía!?» Y me incorporé, abriendo los ojos, y vi que la propietaria