«Había una vez un rey que tenía un hijo llamado
Mohammad. Y el tal hijo dijo un día á su padre:
Quiero casarme.» Y su padre le contestó: «Está
bien. Espera á que vaya tu madre á los harenes
para ver las jóvenes casaderas que hay y hacer la
petición en tu nombre.» Pero el hijo del rey dijo: «No, padre mío; quiero buscar novia con mis propios ojos, viendo á la joven.» Y el rey contestó: «Está bien.»
Entonces montó el joven en su caballo, que era hermoso como un animal feérico, y salió de viaje.
Y al cabo de diez días de viajar, encontró á un hombre sentado en un campo y ocupado en cortar puerros, mientras su hija, una jovenzuela, los ataba.
Y el príncipe, después de las zalemas, se sentó junto á ellos, y dijo á la joven: «¿Tienes un poco de agua?» Ella contestó: «La tengo.» Él dijo: «Dámela á beber.» Y ella se levantó y le trajo el cantarillo. Y bebió él.
Y he aquí que le gustó la joven, y dijo al padre: «¡Oh jeque! ¿Me darás en matrimonio á esta hija tuya?» El jeque contestó: «Somos tus servidores.» Y el príncipe le dijo: «Está bien, ¡oh jeque! Qué-