Y la creyeron muerta, y enviaron recado á casa de su padre y de su madre, y les dijeron: «¡Venid á llevaros á vuestra hija, y que Alah prolongue vuestros días, pues ha muerto!»
Entonces su padre y su madre, cuya única alegria era ella, se desgarraron las vestiduras, y azotados por el viento de la calamidad, fueron, con el sudario, á enterrarla. Pero he aquí que pasó la vieja, y les dijo: «Sois personas ricas, y resultaría un oprobio para vosotros enterrar á esa joven en el polvo. Ellos preguntaron: «¿Y qué vamos á hacer?» Ella dijo: «Construidle un pabellón en medio del río. Y la acostaréis en un lecho dentro de ese pabellón. E iréis á verla todos los días que lo deseéis.»
Y le construyeron un pabellón de mármol, sostenido por columnas, en medio del río. Y lo rodearon de un jardín alfombrado de césped. Y pusieron á la joven en un lecho de marfil, dentro del pabellón, y se marcharon llorando.
¿Y qué aconteció?
Pues que la vieja fué al punto en busca del hijo del rey, que estaba enfermo de amor, y le dijo: «Ven á ver á la joven. Te espera, acostada en un pabellón, en medio del río.»
Entonces se levantó el príncipe y dijo al visir de su padre: «Ven conmigo á dar un paseo.» Y salieron ambos, precedidos de lejos por la vieja, que iba enseñando al príncipe el camino. Y llegaron al pabellón de mármol, y el principe dijo al visir: «Espérame á la puerta. No tardaré.»