licia, que se llamaba Gelal Al-Din; y besó la tierra entre las manos del sultán Baibars, y dijo: «Inschalah, ¡oh rey del tiempo! la historia que voy á contarte te gustará indudablemente.» Y dijo:
Historia contada por el noveno capitán de policía
«Había una vez una mujer que, á pesar de todos los asaltos, no concebia ni paría. Asi es que un día se levantó é hizo su plegaria al Retribuidor, diciendo: «Dame una hija, aunque deba morir con el olor del lino!»
Y al hablar así del olor del lino, quería pedir una hija, aunque fuese tan delicada y tan sensible como para que el olor anodino del lino la incomodase hasta el punto de hacerla morir.
Y el caso es que concibió y parió, sin contratiempo, á la hija que Alah hubo de darle, y que era tan hermosa como la luna al salir, y pálida como un rayo de luna, y como él delicada. Y la llamaron Sittukhán.
Cuando ya era mayor y tenía diez años de edad, el hijo del sultán pasó por la calle y la vió asomada á su ventana. Y en el corazón se le albergó el amor por ella; y se fué malo á casa.
Y se sucedieron los médicos ante él, sin dar con el remedio que necesitaba. Entonces, enviada por