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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

rante dos meses enteros, hasta que llegó á la ciudad de su adversaria, la hija del rey.

Y se puso debajo de las ventanas del palacio, y empezó á pregonar: «¡Dátiles tempranos y maduros, dátiles! ¡Dedos de princesas, dátiles! ¡Compañía de los jinetes, dátiles!»

Y la hija del rey oyó el pregón del vendedor de dátiles tempranos, y dijo á sus doncellas: «Bajad pronto á comprar dátiles á ese vendedor y escogedlos bien frescos, ¡oh jóvenes!» Y bajaron ellas á comprar dátiles, sin que se les dejara, dada su rareza, en menos de un dinar cada uno. Y compraron diez y seis por diez y seis dinares, y subieron á dárselos á su ama.

Y la hija del rey observó que eran dátiles amarillos, los que más le gustaban precisamente. Y se comió los diez y seis, uno tras de otro, en el tiempo justo para llevárselos á la boca. Y dijo: «¡Oh corazón mio, cuán deliciosos son!» Pero apenas habia pronunciado estas palabras, sintió una fuerte desazón, picándole en diez y seis sitios distintos de la cabeza. Y se llevó inmediatamente la mano á la cabeza, y sintió que le agujereaban el cuero cabelludo diez y seis cuernos en diez y seis sitios distintos y simétricos. Y ni tiempo de gritar había tenido, cuando ya los diez y seis cuernos se habian desarrollado, y de cuatro en cuatro habian ido á clavarse en la pared fuertemente.

Al ver aquello, y á los gritos penetrantes que ella se puso á lanzar á coro con sus doncellas, acu-