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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

su madre retiraba de la lumbre una cacerola con la gallina y la ponía en un plato de porcelana y la cubría con una servilleta de muselina. Y su alma de colegial anheló vivamente comerse un trozo de aquella gallina tan hermosa. Y dijo á su madre: «Dame un poquito, madre mía.» Ella le dijo: «¡Cállate! ¿acaso nos pertenece?»

Luego, como ella se ausentara un momento para hacer una necesidad, el muchacho levantó la servilleta de muselina, y de un solo mordisco arrancó la curcusilla de la gallina y se la tragó, aunque estaba muy caliente. Y le vió una de las esclavas, y le dijo: «¡Oh amo mio! ¡qué desgracia y qué calamidad irremediable! ¡Huye de la casa, pues el judío, que va á venir por su gallina, te abrirá el vientre para sacarte la curcusilla que te has tragado!» Y dijo el muchacho: «¡Es verdad; más vale que me marche que perder tan buena curcusilla!» Y montó en su mula y partió.

No tardó en ir por la gallina el judío. Y vió que faltaba la curcusilla. Y dijo á la madre: «¿Dónde está la curcusilla?» Ella contestó: «Mientras salí para hacer una necesidad, mi hijo, á espaldas mías, ha arrancado con sus dientes la curcusilla y se la ha comido.» Y el judio exclamó: «¡Mal hayas! Yo te he dado mi dinero por esa curcusilla. ¿Dónde está el granuja de tu hijo, que voy á abrirle el vientre y á sacársela?» Ella contestó: «¡Ha huido lleno de terror!»

Y el judio salió á toda prisa, y empezó á viajar