Un día entre los días, en la localidad donde yo me encontraba, un ladrón entre los árabes entró de noche en casa de un cortijero para robar un saco de trigo. Y las gentes del cortijo oyeron ruido, y me llamaron á grandes gritos, diciendo: «¡Al ladrón!» Pero nuestro hombre consiguió esconderse tan bien, que, á pesar de todas nuestras pesquisas, no pudimos llegar á descubrirle. Y cuando yo emprendía el camino de la puerta para marcharme, pasé junto á un gran montón de trigo que había en el patio. Y encima del montón había una cazoleta de cobre que servía de medida. Y de pronto oí un cuesco espantoso que salía del montón de trigo. Y en el mismo momento vi la cazoleta de cobre por los aires á cinco metros de altura. Entonces, no obstante mi asombro, registré precipitadamente en el montón de trigo, y allí descubrí al árabe, que se había ocultado dentro, con el trasero en pompa. Y cuando le prendí y le maniaté, le interrogué acerca del extraño ruido que me había revelado su presencia. Y me contestó: «Lo he hecho adrede, ¡oh mi señor!» Y le contesté: «¡Alah te maldiga! ¡Y alejado sea el Maligno! ¿Por qué ventosear así contra tu interés?» Y me contestó: «Es verdad, ¡ya sidi! he obrado contra mi interés, eso es cierto. Pero preci-