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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

chos disgustos. Juzgad con vuestro entendimiento al oir esta aventura. Un dia que vagaba sin rumbo por las calles de Bagdad, se le acercó una vieja y le dijo en voz baja: «Escucha, joh ser humano! Te voy á hacer una proposición, que puedes aceptar ó rechazar, según te plazca.» Y mi hermano se detuvo, y dijo: «Ya te escucho.» Y la vieja prosiguió: «Pero antes de ofrecerte esa cosa, me has de asegurar que no eres un charlatán indiscreto.» Y mi hermano res- pondió: «Puedes decir lo que quieras.» Y ella le dijo: «¿Qué te parecería un hermoso palacio, con arroyos y árboles frutales, en el cual corriese el vino en las copas nunca vacías, en donde vieras caras arrebatadoras, besaras mejillas suaves, po- seyeras cuerpos flexibles y disfrutaras de otras cosas por el estilo, gozando desde la noche hasta la mañana? Y para disfrutar de todo eso, no ne- cesitarías mas que avenirte á una condición. >> Mi hermano El-Haddar replicó á estas palabras de la vieja: «Pero joh señora mía! ¿cómo es que vienes á hacerme precisamente á mí esa proposición, ex- cluyendo á otra cualquiera entre las criaturas de Alah? ¿Qué has encontrado en mí para preferirme?>> Y la vieja contestó: «Ya te he dicho que aborres palabras, que sepas callar, y conducirte en silen- cio. Sigueme, pues, y no hables más.» Después se alejó precipitadamente. Y mi hermano, con la espe- ranza de todo lo prometido, echó á andar detrás de ella, hasta que llegaron á un palacio magnífico, en