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HISTORIA DEL JOROBADO...

bir á la azotea para tener el gusto de contemplarte desde el tragaluz.» Y efectivamente, mi hermano vió aparecer en el tragaluz à la joven, deshecha en lágrimas, y se lamentaba y decía: «¡Oh querido mio! ¿por qué me pones tan mala cara y estás tan enfadado que ni siquiera me miras? Te juro por tu vida que cuanto te ha pasado en el molino se ha he- cho á espaldas mías. En cuanto á esa esclava loca, no quiero que la mires siquiera. En adelante, yo sola seré tuya.» Y mi hermano Bacbuk levantó en- tonces la cabeza y miró á la joven. Y esto le bastó para olvidar todas las tribulaciones pasadas y para hartar sus ojos contemplando aquella hermosura. Después se puso á hablarle por señas, y ella con él, hasta que Bacbuk se convenció de que todas sus desgracias no le habían pasado á él, sino á otro cualquiera.

Y con la esperanza de ver á la joven, siguió cor- tando y cosiendo camisas, calzoncillos, ropa inte- rior y ropa exterior, hasta que un día fué á bus- carle la esclava blanca, y le dijo: «Mi señora te saluda. Y como mi amo y esposo suyo se marcha esta noche á un banquete que le dan sus amigos, y no volverá hasta por la mañana, te aguardará im- paciente mi señora para pasar contigo esta noche entre delicias y lo que sabes.» Y el infeliz Bacbuk estuvo á punto de volverse loco al oir tal noticia.

Porque la astuta casada había combinado un úl- timo plan, de acuerdo con su marido, para desha- cerse de mi hermano, y verse libres, ella y él, de