Además, el propietario de la casa había dicho á mi hermano Bacbuk que aquella noche, en lugar de dormir en la tienda, durmiese en el molino que había en el sótano de la casa, à fin de que estuvie- sen más anchos él y su mujer. Y como la esclava, después de resistirse á la copulación, se subió á casa de su señora, Bacbuk tuvo que acostarse solo. Y al amanecer aún dormía Bacbuk, cuando entró el molinero y dijo en alta voz: «Ya ha descansado bastante este buey. Voy á engancharlo al molino para moler todo ese trigo que se me está amonto- nando en cantidad considerable.» Y se acercó en- tonces á mi hermano, fingiendo confundirle con el buey, y le dijo: «¡Vaya, arriba, holgazán, que ten- go que engancharte!» Y mi hermano Bacbuk no quiso hablar, tal era su estupidez, y se dejó engan- char al molino. Y el molinero lo ató por la cintura al cilindro del molino, y dándole un gran latigazo, exclamó: «¡Yallah!» Y cuando Bacbuk recibió aquel golpe, no pudo menos de mugir como un buey. Y el molinero siguió dándole grandes latigazos y hacién- dole dar vueltas al molino durante mucho tiempo. Y mi hermano mugía absolutamente como un buey, y resoplaba al recibir los estacazos.
Y no tardó en llegar el propietario de la casa, que, al verle en tal estado, dando vueltas y reci- biendo golpes, fué en seguida á avisar á su mujer, y ésta envió á la esclava blanca, que desató á mi hermano y le dijo muy compasivamente: «Mi seño- ra acaba de saber el mal trato que te han hecho