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HISTORIA DEL JOROBADO...

dan tres horas, ni más ni menos. Nunca me equi- voco en mis cálculos.» Y yo contesté: «¡Por Alah! ¡Ahórrame estos discursos, pues me tienes con el hígado hecho trizas!>>

Entonces cogió la navaja y volvió á suavizarla, como lo había hecho antes, y reanudó la operación de afeitarme muy poco a poco; pero no podía dejar de hablar, y prosiguió: «Mucho siento tu impacien- cia, y si quisieras revelarme su causa, sería bueno y provechoso para ti. Pues ya te dije que tu difunto padre me profesaba gran estimación, y nunca em- prendía nada sin oir mi parecer.» Entonces hube de convencerme que para librarme del barbero no me quedaba otro recurso que inventar algo para justi- ficar mi impaciencia, pues pensé: «He aquí que se aproxima la hora de la plegaria, y si no me apre- suro á marchar á casa de la joven, se me hará tarde, pues la gente saldrá de las mezquitas, y en- tonces todo lo habré perdido.» Dije, pues, al bar- bero: «Abrevia de una vez y déjate de palabras ociosas y de curiosidadas indiscretas. Y ya que te empeñas en saberlo, te diré que tengo que ir á casa de un amigo que acaba de enviarme una invitación urgente convidándome á un festín. >>

Pero cuando oyó hablar de convite y festín, el barbero dijo: «¡Que Alah te bendiga y te llene de prosperidades! Porque precisamente me haces re- cordar que he convidado á comer en mi casa á va- rios amigos y se me ha olvidado prepararles comi- da. Y me acuerdo ahora, cuando ya es demasiado