tendrá que marcharse antes de que mi padre vuel- va de la oración. >>
Oidas las palabras de la anciana, senti que re- cobraba las fuerzas y que se desvanecían todos mis padecimientos y descansaba mi corazón. Y saqué del ropón una bolsa repleta de dinares y rogué á la anciana que la aceptase. Y la vieja me dijo: «Ahora reanima tu corazón y ponte alegre.» Y yo le contesté: «En verdad que se acabó mi mal.» Y en efecto, mis parientes notaron bien pronto mi curación, y llegaron al colmo de la alegría, lo mis- mo que mis amigos.
Aguardé, pues, de este modo hasta el viernes, y cntonces vi llegar á la vieja. Y en seguida me le- vanté, me puse mi mejor traje, me perfumé con esencia de rosas, é iba á correr á casa de la joven, cuando la anciana me dijo: «Todavia queda mucho tiempo. Más vale que entretanto vayas al ham- mam á tomar un buen baño y que te den masaje, que te afeiten y depilen, puesto que ahora sales de una enfermedad. Verás qué bien te sienta.» Y yo respondi: «Verdaderamente, es una idea acertada. Pero mejor será llamar á un barbero, para que me afeite la cabeza, y después podré ir á bañarme al hammam. >>
Mandé entonces á un sirviente que fuese á bus- car á un barbero, y le dije: «Ve en seguida al zoco y busca un barbero que tenga la mano ligera, pero sobre todo que sea prudente y discreto, sobrio en palabras y nada curioso, que no me rompa la ca-