había de sucumbir á su tentación, porque el Des- tino tiene que cumplirse. Y efectivamente, me dió la tentación de deshacerme de aquel collar de oro y de perlas. Lo saqué del interior del ropón, y se lo presenté al corredor más hábil del zoco. Éste me invitó á sentarme en su tienda, y en cuanto se ani- mó el mercado, cogió el collar, me rogó que le espe- rase, y se fué à someterlo á las ofertas de merca- deres y parroquianos. Y al cabo de una hora vol- vió, y me dijo: «Creí á primera vista que este collar era de oro de ley y perlas finas, y valdría lo menos mil dinares de oro; pero me equivoqué: es falso. Está hecho según los artificios de los francos, que saben imitar el oro, las perlas y las piedras precio- sas; de modo que no me ofrecen por él mas que mil dracmas, en vez de mil dinares.» Yo contesté: << Ver daderamente, tienes razón. Este collar es falso. Lo mandé construir para burlarme de una amiga, á quien se lo regalé. Y ahora esta mujer ha muerto y le ha dejado el collar á la mía; de modo que he- mos decidido venderlo por lo que den. Tómalo, vén- delo en ese precio y tráeme los mil dracmas.» Y el astuto corredor se fué con el collar, después de ha- berme mirado con el ojo izquierdo.>> En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE