en donde alquilé una casa maravillosa, cuyas be llezas no puede enumerar la lengua humana. Me costaba dos dinares de oro al mes. Pero no me con- tenté con esto. Empecé á hacer cuantiosos gastos, satisfaciendo todos mis caprichos, sin privarme de ninguna clase de manjares ni bebidas. Y este gé- nero de vida duró hasta que hube gastado el dinero con que contaba.
Y por entonces, estando sentado un día á la puerta de mi casa para tomar el fresco, vi acer- carse á mí, viniendo no sé de dónde, à una joven ricamente vestida, sobrepasando en elegancia à todo cuanto había visto en mi vida. Me levanté sú- bitamente y la invité à que honrase mi casa con su presencia. No hizo ningún reparo, sino que traspuso el umbral y penetró en la casa gentilmen- te. Cerré entonces la puerta detrás de nosotros, y lleno de júbilo la cogí en brazos y la transporté al salón. Allí se descubrió, se quitó el velo, y se me apareció en toda su hermosura. Y tan hechicera la encontré, que me sentí completamente dominado por su amor.
Salí en seguida en busca del mantel, lo cubrí con manjares suculentos y frutas exquisitas y cuan- to era de mi obligación en aquellas circunstancias. Y nos pusimos á comer y á jugar, y luego á beber, y de tal manera lo hicimos, que nos emborracha- mos por completo. La poseí entonces. Y la noche. que pasé con ella hasta la mañana se contará entre las más benditas.