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HISTORIA DEL JOROBADO...

abuelo al morir, y cuando esto ocurrió, mi padre estaba ya casado, como todos mis tios. Pero él era el único que tuvo un hijo, que fui yo, pues ninguno de mis tíos los tuvo. Por eso fuí creciendo entre las simpatías de todos mis tíos, que me querían muchí- simo y se alegraban mirándome.

Un día que estaba con mi padre en la gran mez- quita de Mossul para rezar la oración del viernes, vi que después de la plegaria todo el mundo se había marchado, menos mi padre y mis tíos. Se sen- taron todos en la gran estera, y yo me senté con ellos. Y se pusieron á hablar, versando la con- versación sobre los viajes y las maravillas de los países extranjeros y de las grandes ciudades le- janas. Pero sobre todo hablaron de Egipto y del Cairo. Y mis tios repitieron los relatos admirables de los viajeros que habían estado en Egipto, y de- cían que no había en la tierra pais más bello ni río más maravilloso que el Nilo. Por eso los poetas han hecho muy bien en cantar ese país y su Nilo, y dice la verdad el poeta cuando dice:

¡Por Alah! ¡Te conjuro que digas al río de mi país, al Nilo de mi pais, que aquí no puedo extinguir la sed, que el Eufrates no puede apagar la sed que me ator- menta!

Mis tios empezaron á enumerar las maravillas de Egipto y de su río, con tal elocuencia y tanto calor, que cuando dejaron de hablar y se fué cada