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HISTORIA DEL JOROBADO...

Me levanté entonces y la estreché en mis bra- zos. Y siguió diciéndome las palabras más gratas y lamentando lo poco que podía hacer por mí en com- paración de lo que yo había hecho por ella. Des- pués, queriendo colmar cuanto había hecho, se le- vantó é inscribió á mi nombre todas las alhajas y ropas de lujo que poseía, así como sus valores, te- rrenos y fincas, certificándolo con su sello y ante testigos.

Y aquella noche, á pesar de los transportes de amor á que nos entregamos, se durmió muy entris- tecida por la desgracia que me había ocurrido por su causa.

Y desde aquel momento no dejó de lamentarse y afligirse de tal modo, que al cabo de un mes se apoderó de ella un decaimiento, que se fué acen- tuando y se agravó, hasta el punto de que murió á los cincuenta días.

Entonces dispuse todos los preparativos de los funerales, y yo mismo la deposité en la sepultura y mandé verificar cuantas ceremonias preceden al entierro. Al regresar del cementerio entré en la casa y examiné todos sus legados y donaciones, y vi que entre otras cosas me había dejado grandes almacenes llenos de sésamo. Precisamente de este sésamo cuya venta te encargué, ¡oli mi señor! por lo cual te aviniste à aceptar un escaso corretaje, muy inferior á tus méritos.

Y esos viajes que he realizado y que te asom- braban eran indispensables para liquidar cuanto