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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

redactar el contrato de matrimonio, haciendo cons- tar que me ha entregado la dote.» Y los testigos redactaron nuestro contrato de matrimonio. Y ella les dijo: «Sed testigos asimismo de que todas las riquezas que me pertenecen, y que están en esa arca que veis, así como cuanto poseo, es desde ahora propiedad de este joven.» Y los tes- tigos lo hicieron constar, y levantaron acta de su declaración, así como de que yo aceptaba, y se fue- ron después de haber cobrado sus honorarios. Entonces la joven me cogió de la mano, y me llevó frente á un armario, lo abrió y me enseñó un gran cajón, que abrió también, y me dijo: «Mira lo que hay en esa caja.» Y al examinarla, vi que es- taba llena de pañuelos, cada uno de los cuales for- maba un paquetito. Y me dijo: «Todo esto son los bienes que durante el transcurso del tiempo fui acep- tando de ti. Cada vez que me dabas un pañuelo con cincuenta dinares de oro, tenía yo buen cuidado de guardarlo muy oculto en esa caja. Ahora recobra lo tuyo. Alah te lo tenía reservado y lo había es- crito en tu Destino. Hoy te protege Alah, y me eli- gió para realizar lo que él había escrito. Pero por causa mía perdiste la mano derecha, y no puedo corresponder como es debido á tu amor ni á tu ad- hesión á mi persona, pues no bastaria aunque para ello sacrificase mi alma.» Y añadió: «Toma pose- sión de tus bienes.» Y yo mandé fabricar una nue- va caja, en la cual meti uno por uno los paquetes que iba sacando del armario de la joven.