dormir; pero el sueño huia de mi persona, y pasé toda la noche en vela, hasta por la mañana. Entonces me levanté, me puse un traje más lu- joso todavía que el de la vispera, bebi una copa de vino, me desayuné con un buen plato, y volví á la tienda del mercader, á quien hube de saludar, sentándome en el sitio de costumbre. Y apenas ha- bía tomado asiento, vi llegar á la joven, acompaña- da de una esclava. Entró, se sentó y me saludó, sin dirigir el menor saludo de paz á Badreddin. Y con su voz tan dulce y su incomparable modo de ha- blar, me dijo: «Esperaba que hubieses enviado á alguien á mi casa para cobrar los mil doscientos dracmas que importa la pieza de seda.» A lo cual contesté: «¿Por qué tanta prisa, si á mí no me co- rre ninguna?» Y ella me dijo: «Eres muy generoso; pero yo no quiero que por mí pierdas nada.» Y acabó por dejar en mi mano el importe de la tela, no obstante mi oposición. Y empezamos á hablar. ⚫ Y de pronto me decidi á expresarle por señas la intensidad de mi sentimiento. Pero inmediatamen- te se levantó y se alejó á buen paso, despidiéndose por pura cortesía. Y sin poder contenerme, abando- né la tienda, y la fuí siguiendo hasta que salimos del zoco. Y la perdí de vista; pero se me acercó una muchacha, cuyo velo no me permitía adivinar quién fuese, y me dijo: «¡Oh mi señor! Ven á ver á mi señora, que quiere hablarte.» Entonces, muy sor- prendido, le dije: «¡Pero si aquí nadie me conoce!»> Y la muchacha replicó: «¡Oh cuán escasa es tu
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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE