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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

zareno por el cuello, y ya iba á tirar de él, cuando de pronto el proveedor del sultán hendió la muche- dumbre y abriéndose camino hasta el nazareno, que estaba de pie junto à la horca, dijo al portaalfanje:

  • ¡Detente! ¡Yo soy quien ha matado á ese hombre!»

Entonces el wali le preguntó: «¿Y por qué le ma- taste?» Y el intendente dijo: «Vas á saberlo. Esta noche, al entrar en mi casa, adverti que se había metido en ella descolgándose por la terraza, para robarme las provisiones. Y le di un golpe en el pe- cho con un palo, y en seguida le vi caer muerto. Entonces le cogi á cuestas y le traje al zoco, de- jándole de pie arrimado contra una tienda en tal sitio y en tal esquina. Y he aquí que ahora, con mi silencio, iba a ser causa de que matasen á este nazareno, después de haber sido yo quien mató á un musulmán. ¡A mí, pues, hay que ahorcarme!» Cuando el wali hubo oído las palabras del pro- veedor, dispuso que soltasen al nazareno, y dijo al portaalfanje: «Ahora mismo ahorcarás á este hom- bre, que acaba de confesar su delito. >> Entonces el portaalfanje cogió la cuerda que había pasado por el cuello del cristiano y rodeó con ella el cuello del proveedor, lo llevó junto al patibulo, y lo iba á levantar en el aire, cuando de pronto el médico judío atravesó la muchedumbre, y dijo ȧ voces al portaalfanje: «¡Aguarda! ¡El úni- co culpable soy yo!» Y después contó así la cosa: «Sabed todos que este hombre me vino á buscar para consularme, à fin de que lo curara. Y cuando