el médico: «¡Oh rey! ¿ésta es tu recompensa? ¿así devuelves mal por bien?» Pero el rey insistió: «No hay más remedio que darte la muerte sin demora.» Y cuando el médico se convenció de que el rey quería matarle sin remedio, lloró y se afligió al recordar los favores que había hecho á quienes no los merecían. Ya lo dice el poeta:
¡La joven y loca Maimuna es verdaderamente bien pobre de espíritu! ¡Pero su padre, en cambio, es un hombre de gran corazón y considerado entre los mejores!
¡Miradle, pues! ¡Nunca anda sin su farol en la mano, y así evita el lodo de los caminos, el polvo de las carreteras y los resbalones peligrosos!...
En seguida se adelantó el portaalfanje, vendó los ojos al médico, y sacando la espada, dijo al rey: «Con tu venia.» Pero el médico seguía llorando y suplicando al rey: «Consérvame la vida, y Alah te la conservará. No me mates, ó Alah te matará á ti.» Y recitó estos versos de un poeta:
¡Mis consejos no tuvieron ningún éxito, mientras que los consejos de los ignorantes conseguían su propósito! ¡No recogí más que desprecios!
¡Por esto, si logro vivir, me guardaré mucho de aconsejar! ¡Y si muero, mi ejemplo servirá á los demás para que enmudezca su lengua!
Y dijo después al rey: «¿Esta es tu recompensa?