lo que había resuelto el Clemente. El poeta lo dice en sus versos:
¡Oh tú que temes los embates del Destino, tranquilízate! ¿No sabes que todo está en las manos de Aquel que ha formado la tierra?
¡Porque lo que está escrito, escrito está y no se borra nunca! ¡Y lo que no está escrito no hay por qué temerlo!
¡Y tú, Señor! ¿Podré dejar pasar un día sin cantar tus alabanzas? ¿Para quién reservaría, si no, el don maravilloso de mi estilo rimado y mi lengua de poeta?
¡Cada nuevo don que recibo de tus manos ¡oh Señor! es más hermoso que el precedente, y se anticipa á mis deseos!
Por eso, ¿cómo no cantar tu gloria, toda tu gloria, y alabarte en mi alma y en público?
¡Pero he de confesar que nunca tendrán mis labios elocuencia bastante ni mi pecho fuerza suficiente para cantar y para llevar los beneficios de que me has colmado!
¡Oh tú que dudas, confía tus asuntos á las manos de Alah, el único Sabio! ¡Y así que lo hagas, tu corazón nada tendrá que temer por parte de los hombres!
¡Sabe también que nada se hace por tu voluntad, sino por la voluntad del Sabio de los Sabios!
¡No desesperes, pues, nunca, y olvida todas las tristezas y todas las zozobras! ¿No sabes que las zozobras destruyen el corazón más firme y más fuerte?
¡Abandónaselo todo! ¡Nuestros proyectos no son mas que proyectos de esclavos impotentes ante el único Or-