taba encargado de las aves de caza, y le dijo: «¡Oh rey de los siglos! Llegó la época de ir de caza.» Entonces el rey hizo sus preparativos y se puso el halcón en el puño. Salieron después y llegaron á un valle, donde armaron las redes de caza. Y de pronto cayó una gacela en las redes. Entonces dijo el rey: «Mataré á aquel por cuyo lado pase la gacela.» Empezaron á estrechar la red en torno de la gacela, que se aproximó al rey y se enderezó sobre las patas como si quisiera besar la tierra delante del rey. Entonces el rey comenzó á dar palmadas para hacer huir á la gacela, pero ésta brincó y pasó por encima de su cabeza y se internó tierra adentro. El rey se volvió entonces hacia los guardas, y vió que guiñaban los ojos maliciosamente. Al presenciar tal cosa, le dijo al visir: «¿Por qué se hacen esas señas mis soldados?» Y el visir contestó: «Dicen que has jurado matar á aquel por cuya proximidad pasase la gacela.» Y el rey exclamó: «¡Por mi vida! ¡Hay que perseguir y alcanzar á esa gacela!» Y se puso á galopar, siguiendo el rastro, y pudo alcanzarla. El halcón le dió con el pico en los ojos de tal manera, que la cegó y la hizo sentir vértigos. Entonces el rey empuñó su maza, golpeando con ella á la gacela hasta hacerla caer desplomada. En seguida descabalgó, degollándola y desollándola, y colgó del arzón de la silla los despojos. Hacía bastante calor, y aquel lugar era desierto, árido y carecía de agua. El rey tenía sed y también el caballo. Y el rey se volvió y vió un árbol del cual brotaba
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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE