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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

Acompañaron al rey sus emires, sus chambelanes, sus visires y los jefes del reino. Apenas había llegado al meidán, se le acercó el médico y le entregó el mazo, diciéndole: «Empúñalo de este modo y da con toda tu fuerza en la pelota. Y haz de manera que llegues á sudar. De ese modo el remedio penetrará en la palma de la mano y circulará por todo tu cuerpo. Cuando transpires y el remedio haya tenido tiempo de obrar, regresa á tu palacio, ve en seguida á bañarte al hammam, y quedarás curado. Ahora, la paz sea contigo.»

El rey Yunán cogió el mazo que le alargaba el médico, empuñándolo con fuerza. Intrépidos jinetes montaron á caballo y le echaron la pelota. Entonces empezó á galopar detrás de ella para alcanzarla y golpearla, siempre con el mazo bien cogido. Y no dejó de golpear hasta que transpiró bien por la palma de la mano y por todo el cuerpo, dando lugar á que la medicina obrase sobre el organismo. Cuando el médico Ruyán vió que el remedio había circulado suficientemente, mandó al rey que volviera á palacio para bañarse en el hammam. Y el rey marchó en seguida y dispuso que le prepararan el hammam. Se lo prepararon con gran prisa, y los esclavos apresuráronse también á disponerle la ropa. Entonces el rey entró en el hammam y tomó el baño, se vistió de nuevo y salió del hammam para montar á caballo, volver á palacio y echarse á dormir.

Y hasta aquí lo referente al rey Yunán. En cuanto al médico Ruyán, éste regresó á su casa; se