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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

Soleimán hizo su conjuro á Alah y me mandó que abrazase su religión y me sometiese á su obediencia. Pero yo me negué. Entonces mandó traer ese jarrón, me aprisionó en él y lo selló con plomo, imprimiendo el nombre del Altísimo. Después ordenó á los efrits fieles que me llevaran en hombros y me arrojasen en medio del mar. Permanecí cien años en el fondo del agua, y decía de todo corazón: «Enriqueceré eternamente al que logre libertarme.» Pero pasaron los cien años y nadie me libertó. Durante los otros cien años me decía: «Descubriré y daré los tesoros de la tierra á quien me liberte.» Pero nadie me libró. Y pasaron cuatrocientos años, y me dije: «Concederé tres cosas á quien me liberte.» Y nadie me libró tampoco. Entonces, terriblemente encolerizado, dije con toda el alma: «Ahora mataré á quien me libre, pero le dejaré antes elegir, concediéndole la clase de muerte que prefiera.» Entonces tú, ¡oh pescador! viniste á librarme, y por eso te permito que escojas la clase de muerte.»

El pescador, al oir estas palabras del efrit, dijo: «¡Por Alah que la oportunidad es prodigiosa! ¡Y había de ser yo quien te libertase! ¡Indúltame, efrit, que Alah te recompensará! En cambio, si me matas, buscará quien te haga perecer. » Entonces el efrit Le dijo: «¡Pero si yo quiero matarte precisamente porque me has libertado!» Y el pescador le contestó: «¡Oh jeque de los efrits, así es como devuelves al mal por el bien! ¡A fe que no miente el proverbio!» Y recitó estos versos: