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HISTORIA DEL MERCADER Y EL EFRIT

mis hermanos, comerciante también, se dedicó á viajar con las caravanas, y estuvo ausente un año. Cuando regresó no le quedaba nada de su herencia. Entonces le dije: «¡Oh hermano mío! ¿no te había aconsejado que no viajaras?» Y echándose á llorar, me contestó: «Hermano, Alah, que es grande y poderoso, lo dispuso así. No pueden serme de provecho ya tus palabras, puesto que nada tengo ahora.» Le llevé conmigo á la tienda, lo acompañé luego al hammam[1] y le regalé un magnífico traje de la mejor clase. Después nos sentamos á comer, y le dije: «Hermano, voy á hacer la cuenta de lo que produce mi tienda en un año, sin tocar al capital, y nos partiremos las ganancias.» Y, efectivamente, hice la cuenta, y hallé un beneficio anual de mil dinares. Entonces di gracias á Alah, que es poderoso y grande, y dividí la ganancia luego entre mi hermano y yo. Y así vivimos juntos días y días.

Pero de nuevo mis hermanos desearon marcharse, y pretendían que yo les acompañase. No acepté y les dije: «¿Qué habéis ganado con viajar, para que así pueda yo tentarme de imitaros?» Entonces empezaron á dirigirme reconvenciones, pero sin ningún fruto, pues no les hice caso, y seguimos comerciando en nuestras tiendas otro año. Otra vez volvieron á proponerme el viaje, oponiéndome yo también, y así pasaron seis años más. Al fin acabaron por convencerme, y les dije: «Hermanos, con-


  1. Nombre que los árabes dan al baño público.