Entró el comerciante llevando ocultas las varas de morera que acababa de cortar, y llamó aparte á su esposa: «Ven á nuestro gabinete para que te diga mi secreto.» La mujer le siguió; el comerciante se encerró con ella y empezó á sacudirla varazos, hasta que ella acabó por decir: «¡Me arrepiento, me arrepiento!» Y besaba las manos y los pies de su marido. Estaba arrepentida de veras. Salieron entonces, y la concurrencia se alegró muchísimo, regocijándose también los parientes. Y todos vivieron muy felices hasta la muerte.»
Mientras tanto, Schahrazada decía á su hermana Doniazada: «Te mandaré llamar cuando esté en el palacio, y así que llegues y veas que el rey ha terminado su cosa conmigo, me dirás: «Hermana, cuenta alguna historia maravillosa que nos haga pasar la noche.» Entonces yo narraré cuentos que, si quiere Alah, serán la causa de la emancipación de las hijas de los musulmanes.»
Fué á buscarla después el visir, y se dirigió con ella hacia la morada del rey. El rey se alegró mu-