mente, dejando que se desvaneciese su aflicción, se dijo: «¡En verdad, esto es más enorme que cuanto me ocurrió á mí!» Y desde aquel momento volvió á comer y beber cuanto pudo.
A todo esto, el rey, su hermano, volvió de su excursión, y ambos se desearon la paz íntimamente. Luego el rey Schahriar observó que su hermano el rey Schahzaman acababa de recobrar el buen color, pues su semblante había adquirido nueva vida, y advirtió también que comía con toda su alma después de haberse alimentado parcamente en los primeros días. Se asombró de ello, y dijo: «Hermano, poco ha te veía amarillo de tez y ahora has recuperado los colores. Cuéntame qué te pasa.» El rey le dijo: «Te contaré la causa de mi anterior palidez, pero dispénsame de referirte el motivo de haber recobrado los colores.» El rey replicó: «Para entendernos, relata primeramente la causa de tu pérdida de color y tu debilidad.» Y se explicó de este modo: «Sabrás, hermano, que cuando enviaste tu visir para requerir mi presencia, hice mis preparativos de marcha, y salí de la ciudad. Pero después me acordé de la joya que te destinaba y que te di al llegar á tu palacio. Volví, pues, y encontré á mi mujer acostada con un esclavo negro, durmiendo en los tapices de mi cama. Los maté á los dos, y vine hacia ti, muy atormentado por el recuerdo de tal aventura. Este fué el motivo de mi primera palidez y de mi enflaquecimiento. En cuanto á la causa de haber recobrado mi buen color, dispénsame de mencionarla.»
Cuando su hermano oyó estas palabras, le dijo: «Por Alah te conjuro á que me cuentes la causa de haber recobrado tus colores.» Entonces el rey Schahzaman le refirió cuanto había visto. Y el rey Schahriar dijo: «Ante